La Victoria está Asegurada
Josué 10: 8 “Y Jehová dijo a Josué: No tengas temor de ellos; porque yo los he entregado en tu mano, y ninguno de ellos prevalecerá delante de ti.”
Josué, el sucesor de Moisés tenía la gran tarea de dirigir al pueblo de Israel a tomar posesión de la tierra que Dios les había prometido. Y como sabemos esa tierra ya estaba habitada por varios pueblos; los amorreos, filisteos, heveos, amonitas y otros más. Pero, Jehová Dios les ordenó que los eliminaran y poseyeran la tierra.
Quiero hacer un paréntesis aquí para explicar de forma rápida porqué los israelitas tenían la obligación de destruir a estos pueblos. Dios había escogida a Israel para pasar juicio a las naciones por sus pecados. Deuteronomio 29: 16-17 dice: “Porque vosotros sabéis cómo habitamos en la tierra de Egipto, y cómo hemos pasado por en medio de las naciones por las cuales habéis pasado; y habéis visto sus abominaciones y sus ídolos de madera y piedra, de plata y oro, que tienen consigo.” El Señor se cansó de la maldad y la idolatría de esos pueblos, por ese motivo Dios los iba a castigar. Así es que Dios pasa juicio, primero en Egipto cuando los hijos de Israel salen de ese lugar y luego mientras van conquistando la tierra de Canaán. El Señor nos ha comisionado a nosotros, la iglesia, con un propósito similar. Nos corresponde conquistar y destruir los ejércitos espirituales de maldad. Nuestra lucha no es contra carne y sangre, ‘sino contra principados, potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes’, conforme nos dice Efesios 6: 12.
Hoy quiero hacer una comparación de la guerra que tuvo Josué y los hijos de Israel contra los amorreos y las batallas que nosotros los creyentes tenemos. El capítulo 10 del libro de Josué nos relata las maquinaciones de Adonisedec, rey de Jerusalén para enfrentar a Josué y el ejército de Israel. Él escuchó lo que había sucedido en Jericó y en Hai y como los israelitas vencieron y conquistaron estas ciudades, así que él llamó a otros reyes para hacer una alianza y luchar en contra de Josué y su ejército. En muchas ocasiones sucede igual en nuestras vidas. Satanás y sus demonios forman alianzas demoníacas para luchar, resistir y detener el avance espiritual de los hijos de Dios.
Por eso es que no solamente viene una prueba, sino que es una prueba tras otra. Y parece que el ataque nunca terminará, pues el enemigo quiere destruirnos. Quiere que nos cansemos, nos desanimemos y tiremos la toalla porque la guerra es muy fuerte. Pero el Señor nos dice: que aunque tengamos aflicción en este mundo, tengamos confianza, pues él ha vencido al mundo, Juan 16: 33. ¿En que guerra nos encontramos hoy? Enfermedad, pobreza, problemas familiares, dudas, no sabemos que decisión tomar sobre algo, nuestra fe está decayendo, etc. Déjame decirte que el enemigo ha hecho alianza para destruirte. Y el Señor sabe qué está sucediendo, él conoce las maquinaciones de Satanás. El Señor, Jehová Dios de los ejércitos te dice; “Esfuérzate y sé valiente no temas ni desmayes porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que tú vayas. Nadie te podrá hacer frente pues él estará contigo y no te dejará ni te desamparará.”
Mi hermano y mi hermana, aunque nuestro enemigo se levante como un río, Dios ha levantado su bandera sobre nosotros y él nos defenderá. Pues somos más que vencedores en Cristo Jesús.
No debemos hacer caso a estas alianzas. Se pudiera imaginar usted si Josué se hubiera atemorizado al escuchar que estos cinco reyes se unieron para combatir contra Gabaón y contra él. Pero Dios le confirmó la victoria, “yo los he entregado en tu mano, ninguno de ellos prevalecerá delante de ti.” Dios nos ha llamado no solo a pelear nuestras propias guerras pero también a guerrear por nuestros hermanos. En el versículo 6 los moradores de Gabaón llamaron a Josué para que les ayudara y él fue. Y aunque los Gabaonitas no eran parte del pueblo de Israel, pero a causa del pacto que hubo entre ambos pueblos, Dios le dio la victoria a Josué.
Nosotros, como iglesia, también podemos hacer la guerra espiritual por aquellos que conocemos y no son creyentes que están siendo atacados por el enemigo, y Dios nos dará la victoria.
Los reyes huyeron al verse derrotados y se escondieron. Ellos no pudieron prevalecer contra el siervo de Dios. Aquí la palabra nos enseña algo muy interesante cuando estos reyes son traídos delante de Josué. El versículo 24 relata que Josué les dice a los dirigentes del ejército que pusieran sus pies sobre los cuellos de aquellos enemigos. Y el 25 dice que así Jehová hará con todos los enemigos a los que se enfrenten. En Jesucristo nuestros enemigos están bajo nuestros pies y no se levantarán más. En Cristo, los enemigos están bajo nuestros pies; Efesios 1:15-23 nos dice algo que es importante entender. Esta es la posición de Jesucristo con el Padre y nuestra relación con Él. “Por esta razón también yo, habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre vosotros, y de vuestro amor por todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo mención de vosotros en mis oraciones; pidiendo que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de Él. Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder, el cual obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales, muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo sino también en el venidero. Y todo sometió bajo sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo,” (LBLA). Dios puso todo bajo los pies del Señor Jesús, y por lo tanto como nosotros, la iglesia somos su cuerpo, todos esos principados, autoridades, poderes, dominios, y todo lo que se nombra están sometidos también bajo nuestros pies.
En conclusión, Dios nos llamó para crecer y madurar a la estatura de la plenitud del varón perfecto el cual es Cristo Jesús. Pablo nos motiva en Efesios 4:13 a “…que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo…” (LBLA). Y cuando maduramos en Cristo, o sea, profundizamos en el conocimiento de quién es Él, como nos cambió su sacrificio, como opera su poder y su gracia, y que posición tenemos ahora en el Señor, podremos estar plenamente convencidos que la victoria esta asegurada. Acuérdate, Juan en su primera carta le dice a la iglesia, “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”, (RV60, 1 Juan 5:4).
Josué 10: 8 “Y Jehová dijo a Josué: No tengas temor de ellos; porque yo los he entregado en tu mano, y ninguno de ellos prevalecerá delante de ti.”
Josué, el sucesor de Moisés tenía la gran tarea de dirigir al pueblo de Israel a tomar posesión de la tierra que Dios les había prometido. Y como sabemos esa tierra ya estaba habitada por varios pueblos; los amorreos, filisteos, heveos, amonitas y otros más. Pero, Jehová Dios les ordenó que los eliminaran y poseyeran la tierra.
Quiero hacer un paréntesis aquí para explicar de forma rápida porqué los israelitas tenían la obligación de destruir a estos pueblos. Dios había escogida a Israel para pasar juicio a las naciones por sus pecados. Deuteronomio 29: 16-17 dice: “Porque vosotros sabéis cómo habitamos en la tierra de Egipto, y cómo hemos pasado por en medio de las naciones por las cuales habéis pasado; y habéis visto sus abominaciones y sus ídolos de madera y piedra, de plata y oro, que tienen consigo.” El Señor se cansó de la maldad y la idolatría de esos pueblos, por ese motivo Dios los iba a castigar. Así es que Dios pasa juicio, primero en Egipto cuando los hijos de Israel salen de ese lugar y luego mientras van conquistando la tierra de Canaán. El Señor nos ha comisionado a nosotros, la iglesia, con un propósito similar. Nos corresponde conquistar y destruir los ejércitos espirituales de maldad. Nuestra lucha no es contra carne y sangre, ‘sino contra principados, potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes’, conforme nos dice Efesios 6: 12.
Hoy quiero hacer una comparación de la guerra que tuvo Josué y los hijos de Israel contra los amorreos y las batallas que nosotros los creyentes tenemos. El capítulo 10 del libro de Josué nos relata las maquinaciones de Adonisedec, rey de Jerusalén para enfrentar a Josué y el ejército de Israel. Él escuchó lo que había sucedido en Jericó y en Hai y como los israelitas vencieron y conquistaron estas ciudades, así que él llamó a otros reyes para hacer una alianza y luchar en contra de Josué y su ejército. En muchas ocasiones sucede igual en nuestras vidas. Satanás y sus demonios forman alianzas demoníacas para luchar, resistir y detener el avance espiritual de los hijos de Dios.
Por eso es que no solamente viene una prueba, sino que es una prueba tras otra. Y parece que el ataque nunca terminará, pues el enemigo quiere destruirnos. Quiere que nos cansemos, nos desanimemos y tiremos la toalla porque la guerra es muy fuerte. Pero el Señor nos dice: que aunque tengamos aflicción en este mundo, tengamos confianza, pues él ha vencido al mundo, Juan 16: 33. ¿En que guerra nos encontramos hoy? Enfermedad, pobreza, problemas familiares, dudas, no sabemos que decisión tomar sobre algo, nuestra fe está decayendo, etc. Déjame decirte que el enemigo ha hecho alianza para destruirte. Y el Señor sabe qué está sucediendo, él conoce las maquinaciones de Satanás. El Señor, Jehová Dios de los ejércitos te dice; “Esfuérzate y sé valiente no temas ni desmayes porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que tú vayas. Nadie te podrá hacer frente pues él estará contigo y no te dejará ni te desamparará.”
Mi hermano y mi hermana, aunque nuestro enemigo se levante como un río, Dios ha levantado su bandera sobre nosotros y él nos defenderá. Pues somos más que vencedores en Cristo Jesús.
No debemos hacer caso a estas alianzas. Se pudiera imaginar usted si Josué se hubiera atemorizado al escuchar que estos cinco reyes se unieron para combatir contra Gabaón y contra él. Pero Dios le confirmó la victoria, “yo los he entregado en tu mano, ninguno de ellos prevalecerá delante de ti.” Dios nos ha llamado no solo a pelear nuestras propias guerras pero también a guerrear por nuestros hermanos. En el versículo 6 los moradores de Gabaón llamaron a Josué para que les ayudara y él fue. Y aunque los Gabaonitas no eran parte del pueblo de Israel, pero a causa del pacto que hubo entre ambos pueblos, Dios le dio la victoria a Josué.
Nosotros, como iglesia, también podemos hacer la guerra espiritual por aquellos que conocemos y no son creyentes que están siendo atacados por el enemigo, y Dios nos dará la victoria.
Los reyes huyeron al verse derrotados y se escondieron. Ellos no pudieron prevalecer contra el siervo de Dios. Aquí la palabra nos enseña algo muy interesante cuando estos reyes son traídos delante de Josué. El versículo 24 relata que Josué les dice a los dirigentes del ejército que pusieran sus pies sobre los cuellos de aquellos enemigos. Y el 25 dice que así Jehová hará con todos los enemigos a los que se enfrenten. En Jesucristo nuestros enemigos están bajo nuestros pies y no se levantarán más. En Cristo, los enemigos están bajo nuestros pies; Efesios 1:15-23 nos dice algo que es importante entender. Esta es la posición de Jesucristo con el Padre y nuestra relación con Él. “Por esta razón también yo, habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre vosotros, y de vuestro amor por todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo mención de vosotros en mis oraciones; pidiendo que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de Él. Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder, el cual obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales, muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo sino también en el venidero. Y todo sometió bajo sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo,” (LBLA). Dios puso todo bajo los pies del Señor Jesús, y por lo tanto como nosotros, la iglesia somos su cuerpo, todos esos principados, autoridades, poderes, dominios, y todo lo que se nombra están sometidos también bajo nuestros pies.
En conclusión, Dios nos llamó para crecer y madurar a la estatura de la plenitud del varón perfecto el cual es Cristo Jesús. Pablo nos motiva en Efesios 4:13 a “…que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo…” (LBLA). Y cuando maduramos en Cristo, o sea, profundizamos en el conocimiento de quién es Él, como nos cambió su sacrificio, como opera su poder y su gracia, y que posición tenemos ahora en el Señor, podremos estar plenamente convencidos que la victoria esta asegurada. Acuérdate, Juan en su primera carta le dice a la iglesia, “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”, (RV60, 1 Juan 5:4).